¡Sí! ¡Cristo resucitó!



¡Sí! ¡Cristo resucitó!

Cristo resucitado es la luz indeficiente, Símbolo elocuente es el cirio pascual, la mayor de las luces en la celebración de la vigilia.
Aleluya! ¡Aleluya! Hoy es el gran aleluya. Es el grito de triunfo, es el canto de victoria
El que siendo Dios inmortal se hizo hombre mortal, el que nació para poder morir, murió como lo había anunciado y resucitó como lo había profetizado

Aleluya! ¡Aleluya! Hoy es el gran aleluya. Es el grito de triunfo, es el canto de victoria. De todos los pechos salta, sin poderlo contener, el gozo hecho voz, la alegría hecha canto.
El que siendo Dios inmortal se hizo hombre mortal, el que nació para poder morir, murió como lo había anunciado y resucitó como lo había profetizado.
El sepulcro está vacío, la piedra, enorme como el miedo de los judíos, está por allá rodada con todo y el sello del gobernador romano, el cobarde Poncio Pilato.
Después de un sábado de horas largas y silenciosas, como de velorio; después de una noche negra de recuerdos y ecos dolorosos, Llegó un amanecer mayor que todos los amaneceres: el amanecer de la resurrección de Cristo.
Un gran día, ese primer día de la semana, fue el día de días porque de las entrañas de la tierra surgió el sol para alumbrar a todos los hombres, y salió para nunca jamás volver a ocultarse.

Cristo es la luz

Cristo resucitado es la luz indeficiente, Símbolo elocuente es el cirio pascual, la mayor de las luces en la celebración de la vigilia a la media noche del sábado. Con la bendición del “fuego nuevo” y la procesión con el cirio pascual da inicio la liturgia, cumbre de la celebración cuaresmal iniciada el Miércoles de Ceniza, con el cual el pueblo peregrino se prepara y purifica para gozar en la Pascua.
“El Verbo es la luz verdadera, que con su venida al mundo alumbra a todo hombre” ( Juan 1, 9).
Y el mismo Señor así se presenta: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no conoce tinieblas” (Juan 8, 12).
El mundo y la vida son oscuros sin cristo. La oscuridad del sepulcro se rompió y surgió la luz.
¿De dónde viene el hombre?, ¿por qué la existencia?, ¿por qué este mundo?, ¿por qué el sufrimiento?, ¿por qué la muerte?, ¿por qué tanta maldad?
Nada se comprende sin la luz de Cristo; sin su luz todo es absurdo, es angustia. Cristo le da sentido a todo; con su luz se hace claro el sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte.

El domingo, día del Señor

Sucedió el primer día de la semana. Primero fueron las piadosas mujeres y encontraron el sepulcro vacío. Luego, con la noticia, Pedro y Juan fueron corriendo. Juan llegó primero y le cedió a Pedro el paso para que entrara y viera. Allí sólo estaban las sábanas con que envolvieron el cuerpo del Señor y el sudario con que le cubrieron el rostro.
Dichoso día, memorable día.
Los judíos eran observantes del sábado. Era sagrado ese día y hasta con rigor; con exceso guardaban el séptimo día fieles a la ley. Si Dios hizo cuanto existe, lo visible y lo invisible, en seis días --días de Dios-- y el séptimo descansó, así el pueblo escogido le destinaba el séptimo día a Dios.
Mas llegó la plenitud de los tiempos, y porque Cristo resucitó el domingo, éste el primer día de la semana es “dies Domini”, día del Señor.
El pueblo de la Nueva Alianza hace fiesta cada domingo, los cincuenta y dos del año, con el canto y el rezo del oficio de Lectura, Laudes, Horas menores y las Vísperas, como, especialmente, con la Misa dominical.
Se congrega el pueblo cristiano, medita en la palabra de Dios, ofrece el sacrificio y participa en el sacramento de la Eucaristía y luego el descanso, las horas de compartir en familia.

Gozo en el Señor

La resurrección de Cristo trae inmensa alegría al creyente, porque es la clave del cristianismo. Cristo resucitó y vive, es el fundamento de la fe del cristiano.
San Pablo les escribió a los filipenses: “Alégrense con el Señor. Les repito, alégrense. El Señor está cerca” (Fil 4,4).
Mas no sólo se piense en cercanía: el Señor está presente, está aquí y ahora. Sigue viviendo y actuando en su Reino, en la Iglesia. Su presencia es de todos los días; su acción en la palabra y en los sacramentos es de todas las horas.
“Y porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, colma de bienes divinos a la Iglesia, que es su cuerpo y su plenitud, para que ella anhele y consiga toda la plenitud de Dios”.
La presencia de Cristo es una bella y consoladora realidad; en las pruebas, en las luchas, en las dificultades, el hombre de fe siente la fuerza y la luz para caminar y seguir.
“La Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que Él venga”.

La resurrección de Cristo,
esperanza del cristiano

La resurrección de Cristo trae absoluta esperanza a todos los marcados con el signo de la muerte, a todos los agobiados ante la certeza de que han de morir, porque Él murió y resucitó, Él pasó por la muerte para llegar a la vida, para que todos los que lleguen a la muerte, por Él lleguen a la vida.
Cualquiera de los cristianos de distintas edades y condiciones, razas y culturas, si se le pregunta ¿para qué eres cristiano?, responderá: “Porque sé que voy a morir y quiero, después de esta vida, la vida después de la muerte, ya no en el tiempo, sino en la eternidad; y por Cristo, vencedor de la muerte, tendré vida”.
San Pablo le escribe a su discípulo Timoteo y le dice: “Acuérdate de Jesucristo, el Señor Resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Si morimos con Él, viviremos con Él” (II Timoteo 2, 8).
Alienta, estimula, consuela en la vida la esperanza puesta en Cristo, vencedor de la muerte, en alcanzar la vida por Él.

La cristiana esperanza

Tú dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos
carne de un ciego destino.

Porque es corta la jornada,
nuestro destino es vivir
siendo felices contigo
sin padecer ni morir.

Cuando Tú resucitaste,
todos vencimos contigo.
Nos regalaste la vida
como en Betania al amigo.

Si a tu lado caminamos,
no va a faltarnos tu amor,
porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.

C. Gabaraín

“Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
de tu victoria santa”.

Pbro. José R. Ramírez

1 comentario:

Unknown dijo...

!!!!!!!!!!aleluya aleluya ha Resucitado esta entre nosotros no estamos solos aleluya

A VECES...SÓLO NECESITAS UN ABRAZO PARA SER MÁS TOLERANTE

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